Ley 4: decir menos de lo necesario

 Ley 4: Di siempre lo justo

1. Descripción y resumen de la Ley




Esta ley se basa en la importancia de hablar con mesura y precisión, ya que decir lo justo aporta múltiples ventajas:

1. Cuanto menos hablas, menor es la probabilidad de cometer errores o decir tonterías que puedan perjudicarte. No es que sea estrictamente negativo, ya que también tiene su contraparte: al hablar y equivocarte, el aprendizaje sobre lo que has fallado se incrementa, y se consolida mejor. Esto es debido al componente emocional. Piensa en las cosas importantes que aún recuerdas, a pesar del tiempo, simplemente porque fueron vergonzosas o te daba miedo algo. Aquí ocurre lo mismo. Como ambas actuaciones tienen sus puntos positivos y negativos, te recomiendo lo siguiente: si crees que la vergüenza que puedas sufrir es muy grave, o bien crees que el médico que tienes cerca te va a hacer problemas por haber fallado, es mejor mantener el silencio. De lo contrario, te recomiendo fallar.

2. Hablar poco genera una imagen de poder y misterio, lo que puede aumentar tu influencia. Suena un poco a fantasía leído así, que es como está en el libro, pero puede ayudarte. No es que quieras ser poderoso porque si, sino porque te ayuda a reducir probabilidades de que te molesten. Un médico cobarde se meterá contigo si te ve débil. Si puedes conservar la apariencia de que sabes, te podría dejar en paz.

  • Utilizar expresiones vagas o ambiguas, como hacía el Oráculo de Delfos, también puede ser útil para mantener esa aura de misterio y evitar comprometerte demasiado. Esto está explicado en el libro, pero en el ámbito de la medicina no sabría como aplicarlo.

  • Otra aplicación del silencio, es la de evitar hablar excesivamente en las consultas. No tenemos tiempo en ellas, y hay muchas personas. Queda feo decirlo, pero también hay que cumplir con el principio médico de justicia. Es decir, tenemos que ahorrar tiempo para dárselo a otros pacientes, que también merecen nuestra atención. Para aplicarlo, cuando veamos que el paciente se alarga mucho en su historia, y claramente no viene al caso, debemos concluirla de la forma más amable y sutilmente posible. Por ejemplo, podríamos forzar a hablar del plan de acción de la terapia de su enfermedad, y acordar la próxima cita.

3. Es mejor dejar que los demás hablen primero; cuando ellos toman la palabra, suelen mostrarse más nerviosos y esto puede revelar información valiosa sobre su verdadera naturaleza o intenciones. Para lograr que tomen la palabra, puedes recurrir al silencio. Por ejemplo, si no conoces todavía la naturaleza del médico con el que te ha tocado las prácticas, puedes recurrir al silencio y a responder lo mínimo. De esta forma, podrías deducir si el médico va a ir a buenas a o a malas. 

4. Cada vez que hablas, quedas vinculado a lo que has dicho y a la persona que te escucha, perdiendo parte de tu libertad para manejar la situación. Si por ejemplo consideras que no es necesario hacer pruebas complementarias para el manejo de una enfermedad, y el paciente insiste, no des esperanzas de que podrían hacerse para que se contente y así salir del apuro de ese momento. Te aseguro de que se acordará al día siguiente. En definitiva, no prometas diagnósticos, pronósticos o tratamientos a no ser que tengas una seguridad absoluta.

5. Por último, las palabras pronunciadas no pueden retirarse, por lo que es fundamental pensar bien antes de hablar.  Por ejemplo, si tienes que dar malas noticias, ten cuidado con las formas. Podrías decir las cosas de una forma que no le siente nada bien a los pacientes, y por mucho que te disculpes luego e incluso te perdonen, ya no habrá vuelta atrás. Habrás fallado a la ética médica, en el que se respeta al paciente. Sé que suena lógico, pero aún así no se cumple. Como ejemplo, contaré un caso personal. Cuando murió mi abuelo, primero lo ingresaron, y dos enfermeras, en dos días distintos, dijeron que iba a morir en menos de 24 horas, directamente, sin preparar el ambiente nada, sin hablarlo con un médico. Lejos de rectificar al día siguiente, y lejos aún más de su pronóstico (murió una semana después), fallaron, no solo por las malas formas, sino porque ya no podían retirarlas, y su ego les impedía disculparse. 


"Habla poco, pero con precisión. El silencio puede proteger al estudiante invisible y ayudar al futuro médico"


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