Ley 1. No eclipsar a nuestros superiores
Ley 1
No eclipsar a nuestros superiores
Enunciado
Hay que hacer que quienes están por encima de nosotros se sientan suficientemente superiores. Aunque tengamos deseos de complacerles o impresionarles, no debemos excedernos al demostrar nuestras habilidades, porque esto provoca el efecto contrario: inspira miedo e inseguridad. Si logramos que nuestros jefes parezcan más brillantes de lo que son, llegaremos a las cimas del poder.
Resumen de la ley y aplicación clínica
Las personas suelen ser tan inseguras como envidiosas. Cuando alguien demuestra sus habilidades, es común que despierte cierto grado de resentimiento, ira o amargura en los demás. Más de una vez lo he visto: hay compañeros que destacan en el estudio y hacen buenas preguntas en clase; a algunas personas les llama la atención, a algunas chicas les parece atractivo, y a muchas otras les provoca rechazo. Es imposible vivir pensando constantemente en la opinión de los demás, porque eso nos volvería locos.
Sin embargo, cuando se trata de un jefe, una figura de autoridad o un superior, todo cambia. El peor error que podríamos cometer es eclipsarlo. Hay que entender que muchas personas con altos cargos, como por ejemplo un adjunto de hospital, desean sentirse precisamente así: superiores. Quieren ser los más inteligentes, cultos, valientes y carismáticos del grupo (aunque esto depende de cada persona, la necesidad de ser vistos como los más inteligentes se repite con frecuencia).
Hay dos cosas que debemos tener en cuenta: primero, que podemos eclipsar al jefe sin darnos cuenta, simplemente siendo como somos; segundo, que no debemos abusar del aprecio del jefe haciendo siempre lo que queremos sin respetar la jerarquía.
Conocer esta ley también nos da una estrategia: podemos halagar al jefe, ya sea de forma directa (que puede funcionar, pero resulta demasiado obvia), o de forma indirecta, que es la más recomendable por ser más sutil. La forma indirecta consiste en permitirnos fallar en alguna tarea que realmente no es importante para nosotros, dando así al superior la oportunidad de brillar y subir su ego.
Estoy seguro de que a más de uno se le ocurre cómo aplicar esto en la práctica clínica: por ejemplo, “fallar” en la semiología de una enfermedad de manera tonta para que el superior nos corrija y se sienta útil, o confundir la herencia de una enfermedad como la Charcot-Marie-Tooth (decir que es autosómica dominante cuando en realidad puede ser dominante, recesiva o ligada al sexo).
Recuerda que disfrazar nuestras aptitudes no es una debilidad si con ello al final somos capaces de alcanzar el poder.
Si te ha gustado, recuerda que puedes leer otras entradas mías, como la Ley 4: decir menos de lo necesario.
Comentarios
Publicar un comentario